Introducción





Si pensamos en cuales son nuestras películas favoritas la primera reacción que tenemos es de buscar los autores más intelectuales, los más grandes pero más “underground”, los más transgresores. Como si alguien estuviera vigilando nuestro subconsciente, a lo mejor para no defraudarnos de nuestras sinceras reacciones.

Así que el planteamiento que hago en este blog es el de analizar las películas que me han marcado en diferentes momentos de la vida. Sin entrar en consideraciones intelectuales. Pero si intentando entender por qué esas películas son especiales y cuál es ese vinculo afectivo.

El cine al igual que otras artes termina siendo determinante a la hora de definir nuestra personalidad, nos ofrece héroes y villanos, la eterna lucha entre el bien y el mal. Poco a poco vamos sintiéndonos identificados con unos y otros porque en la vida real no todo es blanco o negro, es más bien un gris mal mezclado, un gris lleno de manchas, espeso y vertiginoso donde no tienes tiempo ni de parar a entenderte. Por eso nos gusta actuar, pretender poder ser como tal o cual personaje o como la mezcla de muchos para poder escoger en cada situación como nos gustaría ser. Sin miedos, con un carácter definido o por el contrario frágiles y vulnerables. La gama es muy amplia.

El cine funciona como funcionaba para el hombre primitivo escuchar los cuentos de chamanes y brujos. Todos juntos alrededor del fuego escuchando historias y leyendas dando rienda suelta a fantasías y deseos. Pero anónimos en una sala oscura, escondidos del gran hermano que pesa en nuestro subconsciente, libres.


El criterio de selección es puramente emocional. Hay películas que nos han influenciado más que otras independientemente de su calidad técnica y artística. Y hay películas que nos han abierto los ojos o simplemente nos han sacudido el estomago y las viseras liberando nuestros más bajos instintos.

Esa es, para mi, la función del cine, tocarnos los cables por dentro. Entrar a las venas como heroína, crearnos interrogantes y enfrentar nuestros miedos y placeres.

El cine, al igual que el teatro y las demás artes debería ser revulsivo y no evasivo. Incomodo y no pasivo.

Esta primera entrega está dividida en dos partes para no hacerlo tan pesado y así justificar el poner el artículo sobre cine colombiano escrito con Catalina Mahecha para una revista de cine en España.

Tiene este post como tema principal el amor, historias con romance, con galanes, divas, miradas de complicidad, ternura, violencia… si, también violencia.

Cuando pensamos en Shakespeare y Romeo y Julieta por ejemplo, lo que nos viene a la cabeza es cursilería y la cara de un joven Leonardo Di Caprio con camisa de flores llorando desconsolado, pero nadie piensa en toda la violencia y rabia que hay en el texto. Así mismo pasamos por alto la violencia en cualquier film si los personajes consiguen su objetivo y aunque para eso cometan delitos atroces.

Entonces nuestras fantasías, -insaciables sólo en condición de fantasías-, pues es nuestro apetito mucho más fácil de saciar en la realidad, sitúan el amor más allá del bien y del mal.

Ya tenemos ganas de primavera, el invierno ha sido divertido pero largo y muy frío. Es hora de quitarnos un poco de ropa y disfrutar de los placeres de la carne. Calma, no se emocionen todavía, el post de cine gore será para una próxima entrega y cada dos semanas habrá una temática nueva relacionada con esas películas que tanto nos han cautivado.



El próximo está dedicado a Satán.

Y así, sin más lo dejo para que disfruten del amor y los primeros rayos de sol de la primavera.

Diego Gómez Tibocha.

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